jueves, 10 de septiembre de 2015

LAS ETIQUETAS SON PARA LA ROPA

Ernest Normand: Pygmalion and Galaica (1886)

Todos lo hacemos, continuamente, cada día. 


Como seres sociales vemos necesario “ordenar” nuestra realidad, nuestro alrededor. Y este es nuestro método, etiquetar, tanto si se trata de la lista de la compra como si hablamos de la gente que nos rodea. El problema es que con este etiquetado no siempre vamos a conseguir el efecto que teníamos previsto.


EL EFECTO PIGMALIÓN

Cierto, muchas veces lo hacemos de forma inconsciente, dejándonos llevar por los prejuicios, sin querer, pero nos convertimos en jueces y verdugos al mismo tiempo, etiquetamos a las personas de modo que condicionamos su comportamiento e incluso el nuestro propio produciendo unas “marcas” que, aunque inicialmente no son visibles, pueden ir apareciendo con el paso del tiempo.
En 1968, Rosenthal y Jacobson realizaron un experimento que consistía en lo siguiente: Frente a un grupo de profesores de escuela se insistió en apuntar hacia cierto grupo de alumnos,escogidos al azar, y señalar que eran excepcionales.
Un año más tarde, se hizo un test a todos los alumnos y aquellos niños que fueron elegidos como “excepcionales” desde el primer momento, obtuvieron mejores resultados.
El efecto Pigmalión está relacionado con lo que se conoce como “la profecía autocumplida”, expresión creada por el sociólogo Robert K. Merton.
Esta profecía es una predicción que una vez lanzada, se convierte en si misma en la causa de que se haga realidad, debido a que se desarrollan una serie de circunstancias favorables que hacen que se cumpla.


ENTONCES, LAS ETIQUETAS ¿SON BUENAS? ¿SON MALAS?

Pues según tengo entendido las cosas ni son blancas, ni son negras. CUIDADO.

Etiquetas negativas: evidentemente nos referimos a aquellas que resaltan aspectos negativos de alguien. No es difícil adivinar que afectan a una persona si o si. Si decimos a un niño “eres un vago” de manera continua en el tiempo el resultado será una perdida de motivación, un niño que terminará por no esforzarse y acabará asumiendo que es un vago, sin más, sin poder para cambiar y dejar de serlo.


Etiquetas positivas: aquellas que versan sobre aspectos positivos y motivacionales. El problema que conllevan es que suelen aprobar en demasía un comportamiento o actitud.

“Eres el mejor”, “nunca fallas” podrían ser algunos ejemplos... aunque en un principio nos pueden parecer un elemento estupendo para reforzar la conducta pueden resultar un arma de doble filo: si todo es maravilloso el niño se esfuerza en que los resultados sigan siendo los mejores, pero al mismo tiempo podría experimentar miedo a no alcanzar las exigencias esperadas e incluso ansiedad al no estar “a la altura” de la etiqueta. Esto podría incluso conllevar situaciones de estrés y frustración que, naturalmente, se reflejará en un descenso de su autoestima.

Con esto, queda claro que de cualquier manera acabará afectando a la persona, por ello debemos de tener cuidado y evitar el etiquetado.

En mi opinión todo debe relativizarse de alguna manera para no caer en este error.
Por ejemplo, si un niño no aprueba un examen habrá que dirigirse de una manera menos incisiva hacia él. Podemos cambiar el dialogo “Eres un vago, así no vas a aprobar nada” por un refuerzo más positivo (pero sin pasarnos) como “quizá no te has esforzado lo suficiente, tendrás que estudiar más para el siguiente...”
Tal vez me he centrado en el mundo de lo social y la educación porque es el que conozco en cierta manera, pero esto mismo es aplicable en el ámbito laboral, por ejemplo.




LAS DEFINICIONES LIMITAN, y por suerte, los seres humanos somo algo más que una definición. Como decía anteriormente dependemos de muchas variables, de nuestro entorno, de nuestra cultura y nos vamos modelando con respecto a éstas. Si nos limitamos a nosotros mismos, limitaremos nuestras capacidades y metas.
Si decidimos que las etiquetas no nos afecten, seremos capaces de muchas cosas, descubriéndonos a nosotros mismos y creciendo como personas.

*LECTURA RECOMENDADA: "El elefante encadenado" de Jorge Bucay








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