Esta es una entrada especial. Especial
por lo que significa para mi, no por lo que hice en su día o sigo
haciendo cuando puedo.
Eso lo hace mucha más gente, gente en
apariencia normal, pero que oculta un secreto. Un maravilloso secreto.
Vayamos por partes:
Hacia el año 2005, casi recién
estrenada mi vida universitaria, me topé en el espacio de reprografía de la facultad con un cartel; un cartel que anunciaba algo que, cosas del destino,
entonces no sabía cuanto me cambiaría la vida.
Una asociación de Valencia pedía
voluntarios para diversas actividades relacionadas con niños: no
unas actividades cualquiera, no unos niños cualquiera.
-DIOSES! QUE PALABRA TAN GRANDE Y TAN
IMPONENTE!- creo que fue el primer pensamiento que le vino a aquel
pipiolo de 19 añitos que prácticamente salía del cascarón cual
Calimero, cuando leyó aquel cartel...
-"Inma, yo quiero ver de que va
esto, tengo tiempo libre y me parece guay- le dije a mi amiga."
El caso es que me fui a mi casa con
“algo” que me había removido por dentro y que, por supuesto, no
iba a dejar que me consumiera.
Esa misma noche lo hablé con mis
padres. Los mismos que nunca pusieron barreras a mis empeños, se
dieron de bruces con algo a lo que no estaban acostumbrados por aquel
entonces. Su pequeño del alma (que diría mi querida @iurisfriki)
pretendía sumergirse en una realidad para la que creian, no estaba
preparado.
-"Lo vas a pasar mal- recuerdo
aquella frase de mi madre como si me la estuviera diciendo ahora
mismo- Hijo, ¿tú sabes donde te estás metiendo?"
Y posiblemente mi madre tenía razón,
lo reconozco, estoy casi seguro de que no sabía donde me metía.
Poco me importaba, cuando a este cabezón se le mete algo entre ceja
y ceja, es difícil frenar su empeño.
Allí que me presenté un buen día de
octubre, ni corto ni perezoso, dispuesto a recibir la formación
precisa para poder llevar a cabo mi tarea. Una semana, una semana
intensa donde nos enseñaron muchas cosas, muchas. Sobretodo teoría,
la practica vendría con lo años.
Aquella asociación, ASPANION
(Asociación de padres de niños con cáncer) vino a cambiar todos
mis esquemas vitales. Esta frase puede parecer un tanto exagerada,
pero os aseguro que así fue.
El primer año colaboraba en tareas de
diversa índole y ayudaba en la organización de eventos puntuales.
El mes de Julio me tenía reservada una pequeña ( y grande a la vez)
sorpresa: me enviaban como monitor de campamento a Alarcón. Un
campamento que me enseñó muchas más cosas de las que jamás
creeríais. Y me regaló a Pablo, un hermano de 13 años que mi madre
no había parido y del que nunca me he separado desde aquel día.( y espero no separarme jamás)
Diez días de acampada que me enseñaron el valor de la vida, de la
verdadera amistad, de la superación de los obstáculos, de lo que
significa vivir al limite de verdad, me enseñaron a valorar lo que
tengo de una manera inimaginable...
Aquella fue la primera de una serie de
experiencias vitales que me llevaron a entender que papel jugaría
todo aquello en mi futuro. En aquella cabeza loca empezó a cuajar la
idea de que me había equivocado de camino. Tan cierto...llevaba ya
por entonces 2 años con la carrera de RRLL, era tarde para dejarla
atrás (o eso creía yo), no podía desperdiciar aquellos
conocimientos, aquellos años de duro trabajo...Cierto es que no me arrepentía, pero no podía evitar el pensar que, de alguna manera, había
metido la pata. Mi propósito en la vida era bien distinto.
Con el tiempo conocí a mis "pelones peleones", a "mi enfermerita" Estefa, al personal de la planta 5º del Clinico... y a mi ángel de la
guarda, Amor, otra voluntaria a la que le debo muchísimas cosas, y
que se fue convirtiendo en la mejor de las amigas.
Vinieron las estancias en el hospital,
el compartir el día a día con ellos, las risas, los dolores “a
medias” y los llantos. Vinieron los talleres, las convivencias con
otros voluntarios y vino el grupo de adolescentes. Grupo que compartí
durante varios años con Javier, psicólogo de la asociación y gran
persona y con Carmen, un “proyecto” de psicóloga por aquel
entonces, hoy ya ejerciendo maravillosamente.
Y vinieron los que se convirtieron en
mi segunda familia, aquel grupo de adolescentes supervivientes de la
enfermedad que tanto enriquecían mi mundo.
Me gustaría nombrarlos a todos, pero mi
mala memoria me traicionaría y no quiero olvidarme de nadie. Ellos
saben quien son y lo orgulloso que me siento de haber trabajado con
ellos mano a mano.
En aquellos momentos decidí que mi ayuda no tenía que limitarse a aquello, y me hice donante de médula.
Y cierto día llegaron también las
“decepciones”, esas que son inevitables en este universo, a veces
cruel, y que por mucho que lo intente no podré llegar a entender
jamás. Pero lo acepto, aun a sabiendas de que no existe la justicia
en estos casos. E hice mía una frase de “El Principito” que dice
así:
Tal cual, me rodeé de pequeñas
estrellas, pequeñas almas que un día se fueron de este mundo y que
se de buena mano que siguen aquí, guiando mis pasos día tras día,
y alegrándose de que otros puedan hacer frente a los muros, superando
adversidades y ayudando a los demás con su experiencia de vida.
Mis San Valentines no regalan bombones
o flores, mis San Valentines regalan vida, valores y coraje. Y eso es
lo más grande que un hombre puede recibir.
Hoy es un día especial para todos
nosotros, celebramos el día internacional contra el cáncer infantil,
un objetivo que nos une.
Acabo dando las gracias a menos gente
de la que quisiera, pero que siempre estuvieron ahí cuando hizo
falta:
A Amparo, por tenderme aquella primera
mano.
A Astrid, por la confianza y por no
dejar que me caiga nunca.
A todos los que formáis o formasteis
parte de ese gran equipo.
A todos los voluntarios y voluntarias
que conocí en este singular camino y con los que viví experiencias
de lo más gratificantes. Y en especial a Mariam por aquel campamento.
A Sheila, Mº Mar y Jose Luis, por ser
mis “ultimas adquisiciones” y no defraudar nunca.
Por cierto, hace dos años, a los 28, dedidí que era el mejor momento para emprender la aventura de convertirme en trabajador social. Y así ando, clavando codos como cuando tenía diez años menos...
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